Mañana, domingo, cierra sus puertas para siempre el bar-restaurante Andres Enea. Acaba una tradición hostelera de al menos dos siglos. La última generación, la de las hermanas Rakel y Mª Jesús Etxeberria, ha decidido comenzar a descansar, y el local no se traspasará. Eso sí, el edificio seguirá con el elegante rótulo de la fachada, elaborado en piedra.
Ha sido un sitio con una gran personalidad, que en los últimos cuarenta años ha destacado por sus pintxos -particularmente por varios tipos de croquetas y 'tigres'- y también por platos como la paloma estofada.
Rakel Etxeberria (Legazpi, 1941) y su hermana Mª Jesús (Legazpi, 1947) han pasado toda su vida entre los fogones del Andres Enea. «Hemos trabajado muy a gusto. Hemos sentido que teníamos una clientela fiel. Nos vamos contentas», comentan ahora, en la hora del adiós.
Rakel abandonó la escuela a los 14 años, «porque en aquella época solo podían seguir estudiando los hijos de los ricachones», según nos comenta. «Con 13 años ya había comenzado a hacer croquetas y demás fritos».
Y la pregunta obligada: ¿Cuándo comenzaste a hacer los 'tigres'?
Con 23 años. Ya me dijo el padre que este pintxo nos iba a dar muchos dineros. Acertó.
¿Y por qué son tan buenos los 'tigres'?
Por un lado, porque la masa del mejillón es compacta, no aguada. El tomate que usamos para la masa es de lo mejor. Lo hacemos en agosto y septiembre, cuando el fruto tiene más dulzor, y luego lo congelamos para usarlo todo el año. Utilizamos tomate de Azpeitia y de Navarra. El otro ingrediente principal es la salsa bechamel, que hacemos con buena leche y buena mantequilla. No hay mayor misterio, ni secretos. Ya hemos enseñado la manera de hacerlos a algunas personas que nos lo han pedido».
Al comienzo este pintxo recibía el nombre de mejillón. La denominación de 'tigre' vino algo más tarde.
Larga historia
El edificio es antiguo. «Ya nos dijo el historiador Ángel Cruz Jaka que unos ladrillos incrustados en la pared de la escalera hacia el primer piso son del siglo XV», prosigue Rakel. Claro está que el edificio en aquella época lejana no tendría todas las alturas actuales.
Las primeras noticias sobre el linaje que conocen las dos hermanas Etxeberria de hoy en día son las referentes a María Etxeberria. «Vino de Eskoriatza a Legazpi hacia 1830. Ella fue la madre del que luego daría el nombre a la casa: Andrés Etxeberria. Se sabe que Andrés fue carretero, que transportaba diferentes géneros con caballerías, sobre todo desde la zona de Zumaia, y que la planta baja de este edificio albergaba esos animales. Sabemos también que fue cartero entre Oñati y Legazpi, y que se casó con una mujer de Gabiria llamada Joxepa».
Andrés tuvo un hijo, Doroteo, que se casó con una mujer llamada también Joxepa, y que era del caserío Motxorro. En la época de Doroteo Etxeberria, a comienzos del siglo XX, Andres Enea fue bar, tienda, barbería. «Y sabemos que había también bailes con un organillo». Doroteo tuvo cuatro hijos con la primera esposa, pero Joxepa se murió y entonces se casó con María Galfarsoro, con quien tuvo otros dos vástagos.
Uno de los hijos de Doroteo era Joxe, el padre de las actuales Rakel y María Jesús. Joxe nació en el año 1906 y se casó en 1940 con la vizcaína Sabina Salazar. Fue un personaje curioso: trabajó como tornero en el Ajustaje, en la fábrica de Patricio Echeverría, y aparte de ayudar en el bar a su esposa Sabina, sacó tiempo para ejercer de cazador y pescador. De joven, fue también dantzari y futbolista, antes de que se fundara el equipo Ilintxa. Fue también uno de los impulsores de la carrera ciclista de las fiestas patronales de Santikutzak.
A comienzos de los 60, el bar Andres Enea despegó. «En 1962 se dejó de trabajar los sábados a la tarde, luego se libró también los sábados a la mañana», manifiesta Rakel. En aquellos años 60 comenzaron a afianzarse los fritos del Andres Enea. Desde entonces, han hecho historia.
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29.03.14
